Imagínate la situación: vives en un área residencial de Finlandia bastante poblada. Es Nochebuena, y te asomas a la ventana. Posiblemente cada dos por tres veas pasar un Papá Noel (o Joulupukki en finlandés) por delante de casa. Sí, es Navidad, pero… ¿por qué hay tantos?
Te explicaré a qué es debida esta particular invasión de Papás Noel que se produce en las calles finlandesas. Desde luego, es algo a lo que uno no está muy habituado en España, y supongo que en Latinoamérica también será bastante raro de ver.
El origen de esta ola de Joulupukkis está en los anuncios. Me refiero a los anuncios clasificados que la gente pone (o solía poner) en los periódicos. Hay gente que, para ganarse un dinerillo en Navidad, hace de Papá Noel y va por las casa repartiendo alegría.
Ahora mismo, evidentemente, muchos optan por anunciarse en Internet. Le he echado un vistazo a algunos de estos, y es para caerse de espaldas. Hablo del precio, claro. Por lo que he observado, un Papá Noel ronda los 50-80 euros. Y están alrededor de 15 minutos en cada casa. Vaya negocio, ¿verdad?
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Muchos de quienes se ofrecen publican un horario muy amplio, de casi todo el día. Sin embargo, las horas fuertes siempre acaban siendo por la tarde.
Mi primer Papá Noel finlandés
Mi primera experiencia con uno de estos Papás Noel comprados fue a los tres años en Korso. Entonces estaba en una zona bastante apartada, por lo que vi muy pocos Joulupukki por la ventana. Creo que uno, a parte del que nos tocó.
El hombre llegó a casa con ese tradicional Onko täällä kiltejä lapsia?, que significa «¿hay aquí niños buenos?». En efecto, no faltaba ningún familiar en la casa, mi tío estaba con la cámara… Allí no se lleva tanto lo de que el padre desaparezca misteriosamente antes de que llegue Joulupukki y que curiosamente vuelva cuando ya se ha ido.
Tras dar los regalos, se le suele obsequiar con una copita de alcohol. Imagina que en cada casa te dan una… Puedes acabar con una buena borrachera. De hecho, me acuerdo que una vez mi padre me dijo que vino uno que estaba muy bebido, y es por esto que te cuento.
Mi segunda experiencia, y lamentablemente la última, fue con siete años en Lahti. Ahí sí que estaba en una buena zona de paso de Papás Noel. Recuerdo que me quedé a ratos en la ventana viendo cómo pasaban. A veces hasta se cruzaban. Entonces no sabía nada. Ayyy, bendita inocencia. Incluso saludé a uno, y este hizo lo propio devolviéndome el saludo.
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El proceso del reparto fue muy similar a esa primera Nochebuena de 1997 que viví de forma consciente en Finlandia. Sacaba los paquetes del saco, llamaba a quien le tocara y acudía a cogerlo. Para mí lo del saco con los regalos siempre ha sido un misterio, no he llegado a saber cómo lo hacen, si lo dejan escondido alrededor de casa para que lo coja cuando llegue o si se lo entregan con anterioridad.
En fin, tampoco falta la típica foto con Papá Noel, ya que estamos, pues se saca. Para mí estos son mis recuerdos más especiales de la Navidad, los que hicieron que fuera una fiesta muy especial -y todavía lo es, aunque de forma muy distinta. Era mágico. ¿Acaso no es mejor que el Joulupukki que no se deja ver?