Fue la gran pesadilla del ejército soviético. Sus grandes números no se los creían ni entre sus filas. Este es Simo Häyhä, el legendario francotirador finlandés que durante la guerra de Invierno se ganó el sobrenombre de la Muerte blanca.
Häyhä fue un personaje recordado durante toda su vida y después de su fallecimiento su popularidad mundial incluso ha aumentado. Fue un hombre sencillo, de campo, que arrastró hasta su muerte las secuelas de una terrible herida de guerra. Conozcamos mejor su historia para entender por qué es considerado hoy en día como uno de los mejores francotiradores.
El pueblo de Rautjärvi, muy cerca de la actual frontera con Rusia, fue donde Simo Häyhä nació -5 de diciembre de 1905- y creció. Su padre era granjero, oficio que le influyó tanto en su infancia como más tarde en su vida adulta. En ese ambiente se interesó por la naturaleza y, sorpresa, la caza.
Su periplo militar empezó hacia los 17 años (edad que algunos historiadores dicen que fue mayor), cuando se unió a la Guardia Blanca (Suojeluskunta). Con mucho esfuerzo y entreno, se convirtió en uno de los mejores tiradores de su unidad. Ya con 20 años, su baja estatura (entre 1,50 y 1,60 metros) le llevó al Batallón Ciclista durante el servicio militar obligatorio. A pesar de que su paso por el ejército le llevó a subir escalafones de manera notoria, se retiró para vivir en la tranquilidad de su granja.
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La paz que se respiraba en el campo no le iba a durar mucho. En octubre de 1939 ya empezaba a notarse el ambiente de guerra. De esta forma, Suojeluskunta le invitó a volver con ellos. No pudo negarse ante lo que estaba por venir. En efecto, al siguiente mes los rusos atacaron y empezó la guerra de Invierno. A partir de entonces se comenzó a forjar la leyenda de la Muerte blanca.
El fusil de Häyhä apuntaba y disparaba sin piedad. Sin la ayuda de la mira telescópica, fue capaz de abatir a cientos de soldados rusos. Para él, este artefacto era una molestia: con el frío se rompía y además corría el peligro de que el sol hiciera que brillara y delatara su posición.
Un francotirador invisible
Simo Häyhä quería ser invisible a ojos del enemigo. Toda su vestimenta era blanca. Se metía una bola de nieve en la boca para que nadie viera su aliento. E incluso compactaba la nieve que tenía delante para que al disparar no se moviera ni un copo.
No es de extrañar que desde muy pronto mostrara sus habilidades. En la batalla de Kollaa, Häyhä aniquiló a cientos soldados rusos. Solo en los tres primeros días ya mató a 51 enemigos, según el recuento de sus compañeros. Él prefería no contar el número de gente que caía con sus disparos. Sus cifras eran tan buenas que sus superiores no se las creyeron hasta que se pusieron a espiarle. En efecto, no mentía.
La desgracia que marcó su vida llegó a principios de marzo de 1940. Faltaba solo una semana para que la guerra finalizara y la Muerte blanca continuaba imbatible. Sin embargo, una bala explosiva logró atravesarle la cara cuando iba detrás de un enemigo. Perdió gran cantidad de sangre, con lo que fue evacuado hasta un hospital cercano. Se temía que hubiera muerto, pero lo cierto es que a los siete días recuperó la conciencia. A partir de entonces inició una larga recuperación, con muchas operaciones debido a las importantes heridas que le dejaron secuelas en la mitad izquierda de su cara.
Cuando aún estaba reposando, se inició la guerra de Continuación. Él insistía en que quería volver con su fusil, pero se lo prohibieron. Igualmente, el mariscal y luego presidente Mannerheim le condecoró por sus 542 soldados rusos abatidos en tan solo 98 días.
Muchos detalles se descubrieron después de que saliera a la luz su libro de recuerdos de guerra. No pretendía ser una novela, ni mucho menos. Fue una obra muy resumida, de poco más de 10 páginas. En ese escrito salió a la luz, por ejemplo, que se tomaba algunos momentos con humor negro. Fue un trabajo personal en el que revelaba cómo se sentía.
Simo Häyhä después de la guerra
Tras la llegada de la paz, la casa que tenía Häyhä cayó del lado ruso después de que se acordara que la URSS se quedara con parte de Carelia, entre otras regiones. No tuvo otra elección que marcharse y adquirir una granja en Ruokolahti. Era un lugar modesto y tranquilo donde pasó gran parte de su vida. Eso sí, no dejó de encañonar a sus siguientes objetivos: solía salir de caza con el presidente Urho Kekkonen. Asimismo, dada su popularidad en la época, también visitaba el Parlamento finlandés. De todas formas, no se le subió la fama a la cabeza, pues nunca se consideró un héroe.
Sus últimos dos años los pasó en una residencia para veteranos en Hamina. Murió el 1 de abril de 2002 a la edad de 96 años. Ahora descansa en el cementerio de Ruokolahti.
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Para este artículo he utilizado toda una serie de textos sobre el francotirador: una noticia del diario ABC, una biografía de la unión de veteranos de guerra de Finlandia y otra publicación de la radiotelevisión finlandesa YLE.
Creo que es evidente que el hecho de asesinar a 500 personas sería totalmente reprobable en otro contexto, pero qué iba a hacer Simo Häyhä en tal situación. En fin, dejo el tema como posible debate en los comentarios.