(Post de Alex Cuadrado; @Axcuavucinic)
Hace un año mi vida cambió de un modo que nunca imaginé, y todo por irme a estudiar un curso de Erasmus a Finlandia. Antes de nada, presentarme, soy Alex, estudiante de Administración de Empresas en la Universidad Autónoma de Madrid, y en este artículo os voy a contar mi experiencia tras vivir 10 meses en Finlandia.
Antes de irme de Erasmus tuve que escoger un destino, y he de reconocer que los países nórdicos siempre me habían llamado la atención, aunque nunca pensé que Finlandia sería finalmente mi primera opción. Temas como que el sistema educativo fuera un referente mundial y que estuviera catalogado como el país más feliz del mundo me hicieron decidirme por él, escogiendo tres ciudades finlandesas entre los cinco primeros destinos preferidos.
La ciudad que me tocó fue Jyväskylä, nombre que no había escuchado en mi vida, pero buscando un poco en Internet rápidamente vi que había acertado con mi elección. Se encontraba en el centro de la «región de los mil lagos» de Finlandia y destacaba por su ambiente universitario.
Tras diversos trámites necesarios para irse de Erasmus como conseguir convalidar todas las asignaturas que iba a cursar o encontrar un piso en buenas condiciones, sin arruinarme, llegó el momento de viajar a Finlandia en agosto de 2018. Se trataba de la primera vez que me iba a vivir fuera de casa y la primera vez que visitaba Finlandia, aunque por suerte sí que estaba acostumbrado a volar en avión y no tuve problemas en llegar a Helsinki y posteriormente coger un bus que me dejaría en Jyväskylä, ubicada a tres horas en coche de la capital.
Una vez en Jyväskylä, recuerdo coincidir con algunos estudiantes que también habían llegado esa misma semana allí y estaban igual de perdidos que yo. La primera tarde nos tocó ir a hacer la primera compra. Para llegar al supermercado tuvimos que andar 20 minutos por un camino entre árboles, ya que nuestros pisos estaban a las afueras de la ciudad. Aunque la auténtica sorpresa llegó cuando en el supermercado no entendíamos nada de lo que ponía en las etiquetas de los productos. Sí, había leído que el finlandés era un idioma raro, pero hasta que no me vi en el supermercado teniendo que escoger leche semidesnatada entre ocho tipos distintos de leche no me di cuenta de la gravedad del asunto. Así que esa primera compra se basó en ir por los pasillos con el traductor en mano para tratar de entender lo que estábamos comprando.
Las primeras semanas en Finlandia
Las primeras semanas fueron un no parar de hacer cosas y de ir de un sitio para otro. Lo mejor era juntarse con gente de distintos países y descubrir lo diferentes que somos en algunas cosas, pero que realmente todos habíamos ido allí con las mismas ganas de descubrir Finlandia y disfrutar lo máximo posible de la experiencia. Entre mis anécdotas favoritas están irme a bañar a un lago a las seis de la mañana, después de salir de fiesta, cuando ya comenzaba a amanecer o irme de excursión con gente que apenas conocía a conocer los alrededores de Jyväskylä, con el bañador siempre puesto, ya que casi siempre acabábamos en algún lago.
Al informarme sobre Finlandia, en muchos casos aparecían artículos sobre la sauna y la importancia de esta para los finlandeses. Y nada más lejos de la realidad. Incluso los pisos donde estábamos los estudiantes incluían varias saunas comunes. Se convirtió en una costumbre ir a la sauna dos o tres veces a la semana a liberar tensión y tratar de adaptarnos un poco más a la cultura finlandesa. Siempre que era posible combinábamos la sauna con un baño en el lago o durante el invierno, con un revolcón en la nieve para sentir el fuerte cambio de temperatura.
Las clases comenzaron a finales de agosto en la Jyväskyla University of Applied Sciences, que junto a la Jyväskyla University eran las dos universidades de la ciudad, siendo la primera en la que me tocaría estudiar a mí todo el curso. Las clases se impartían en inglés, y por lo tanto en clase coincidía con gente de distintas nacionalidades, incluso con algún finlandés, aunque la mayoría de estos, iban a otras clases impartidas en finés. Ese ambiente internacional que se respiraba en la universidad era de las cosas que más me gustaban, y que prácticamente todos los estudiantes hablaran inglés ayudaba mucho en los primeros días a ubicarse mejor.
Lo que aprendí de Erasmus en Jyväskylä
Las diferencias entre la universidad en España y en Finlandia saltaban a la vista. En primer lugar, destacaría el tema de la organización de las aulas, y es que en España, estamos acostumbrados a tener al profesor junto a la pizarra y al resto de alumnos en filas frente a esta. En el caso de Finlandia, encontrábamos algún auditorio con una disposición similar, sin embargo, la mayoría de las aulas, tenían un sistema de mesas grupales, incluso algunas con sofás, que fomentaban el trabajo en equipo, y los debates en clase.
Conectado con este último punto, cabe destacar la importancia que se la da en Finlandia a los trabajos en grupo, que hace que incluso no haya ni exámenes y por lo tanto el tema del trabajo en equipo sea vital de cara a la nota final. Por otro lado, destacaría también el dinamismo de las clases, puesto que era habitual que el profesor presentase un tema brevemente, y a continuación invitara al resto de alumnos de la clase a compartir su punto de vista, haciendo más interactiva la clase y provocando que el nivel de atención por parte de los estudiantes fuera mayor.
En último lugar, tengo que mencionar también que en la propia universidad existían salas para echarse una siesta entre clase y clase, que el menú diario costaba 2,60 euros para los estudiantes o que incluso teníamos una sala con billar y consolas para pasar el rato, algo que en España nunca había visto.
Por otro lado, pude aplicar a un programa en el que una familia finlandesa te escogía para pasar tiempo juntos y de esa manera enseñar algo más sobre la cultura finlandesa a los estudiantes extranjeros. Coincidimos varias veces entre las que destacaría el día en el que fuimos a un partido de hockey sobre hielo o cuando nos pasamos una tarde de invierno decorando galletas de jengibre con los niños de la familia, sin duda una gran oportunidad para descubrir más cosas de Finlandia junto a finlandeses.
El contraste entre Madrid y Jyväskylä
El día a día en Jyväskyla era muy distinto a lo que estaba acostumbrado en Madrid. En verano íbamos a saltar a los lagos, en invierno patinábamos sobre ellos ya que estaban congelados, y algún día que tuvimos suerte, pudimos ver auroras boreales en Myllyjärvi, que era el lago que teníamos al lado de casa. Salir a correr o a montar en bici por los alrededores de Jyväskyla es de las experiencias que nunca olvidaré, y jugar al fútbol sobre nieve se convirtió en rutina. Las largas y frías noches de invierno fueron bastante duras, pero el tiempo pasó volando y enseguida estábamos en primavera, en la que apenas se ponía el sol, y pasamos de quejarnos por no ver la luz del sol a no poder dormir, ya que amanecía a las 3 de la mañana.
Por último, destacaré el tema de los viajes durante el Erasmus, ya que en el día a día se comparte mucho tiempo con otros estudiantes, pero no es hasta que realizas viajes con ellos, pasando todo el día juntos, cuando les conoces realmente, con su lado positivo y negativo, pero que en definitiva acabaría uniéndonos más.
En mi caso, tuve la suerte de poder viajar a muchos lugares durante mi estancia en Finlandia, desde ir a Rusia, los países bálticos, Suecia y Noruega a visitar diversas ciudades finlandesas como Helsinki, Tampere, Porvoo o Rovaniemi.
El viaje a Laponia lo recordaré siempre como uno de los mejores de mi vida, y que cualquiera que vaya a estudiar a Finlandia está obligado a hacer. Por otro lado, la ciudad que más me gustó de todas las que visitamos, fue Tallin, en Estonia, a tan solo dos horas en barco desde Helsinki.
Entre unas cosas y otras, los 10 meses que duró el Erasmus se pasaron volando.
En general, fue un año mágico en el que pude descubrir muchas cosas y llevarme amigos de diferentes sitios para toda la vida. Lo que me hizo acabar enamorado de un país que un año antes apenas conocía.
Kiitos, Suomi!