El lejano oeste también está en Finlandia. Más concretamente, en Tankavaara. ¿Recuerdas aquellas películas western que transcurrían en un pueblo en medio de la nada? Estaban el sheriff, el matojo seco rodando al son del viento, el bar y su característica puerta… e incluso un yacimiento de oro.
El oro es el principal atractivo de esta localidad en plena Laponia finlandesa. La gente que pisa esas tierras sabe que debajo de sus pies se esconden esas ansiadas pepitas. ¿Quieres saber todo lo que hay en Tankavaara? Aquí te lo contamos.
Media hora al sur de Saariselkä, encontramos un cartel que nos avisa de que llegamos a Tankavaara. No hay casas, solo árboles a un lado y otro de la carretera. Nos adentramos por un estrecho camino de doble sentido, rezando para que no viniera nadie desde el otro lado, y ya sí que empezamos a ver señales de que hay humanos por aquí.
Nada más abrir las puertas del coche, nos recibió un chico llamado Marko. Él iba a ser nuestro guía, quien nos enseñaría cómo teníamos que sacar este preciado metal. ¡El mismo campeón del mundo de buscar oro! En la categoría de primer año (por no decir principiantes), pero campeón al fin y al cabo.
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Desde el aparcamiento, Marko nos condujo a una especie de poblado del lejano oeste. El decorado desde luego daba el pego, pues cuidaron hasta la tipografía de los carteles para conseguir esa similitud. ¡Parecía que en cualquier momento saldría un vaquero a disparar! Sin embargo, nuestro objetivo estaba unos cuantos pasos más hacia arriba.
Así se busca oro en Tankavaara
Una vez cruzamos el río, nos dieron todo el material que necesitamos para la búsqueda. La batea (el plato, para entendernos), unas botas para no mojarnos los pies… El proceso es sencillo. Primero llenamos la batea con tierra que cogimos de un agujero y luego nos dirigimos a un espacio con agua. Tras sumergir el recipiente y comprobar que en octubre el agua está congelada (ahí entendí que solo se pudiera hacer en exteriores de junio a septiembre), mezclamos con la mano la tierra para quitar las piedras más grandes. Después solo es cuestión de meter y sacar agua para hallar al final el oro, que siempre se queda en el fondo por su peso.
Tengo que decir que al principio sufrí un poco por la bajísima temperatura del agua. La noche anterior había nevado, con lo que te imaginarás que calor, lo que se dice calor, no hacía. Eso me pasa por empeñarme a ir en octubre, a pesar de estar en principio cerrado (¡qué majos los dueños, por dios!). Ahora bien, el oro hizo que me olvidara de todo y repetí. Dos veces. Si es que al final no te das ni cuenta y te lo pasas pipa.
Además de oro, también encontramos algunas piedras preciosas que nos dejaron llevar a casa. El cuarzo abundaba, pero también había hematita y granate. Así pues, entre una cosa y otra salimos de allí con unos recuerdos que mucho me temo que no olvidaremos jamás. Esa hora de bateo de verdad que nos cundió, aunque me temo que no nos sacará de pobres.
Museo del oro
Después de intentar hacernos rico, tocaba ir al museo del oro de Tankavaara. Allí descubrimos cómo surgió la fiebre del oro en Laponia y toda la historia que hay detrás en esta zona de Finlandia. También le dedican un espacio a otras piedras preciosas, como la amatista de Luosto, o las ya mencionadas hematitas.
¿Qué aprendimos allí? En general, Laponia es una región que realmente destaca por la presencia de oro. El primer hallazgo fue en 1836 más al sur, en Laurila, un pueblo cerca de Kemi. Sin embargo, la fiebre no se inició hasta los años 70 del siglo XIX. En este sentido, Tankavaara tarde o temprano se vería inmersa en este terremoto que sacudiría toda la zona. Una pepita de 186,5 gramos encontrada en 1950 dio alas a un proyecto de investigación científica gracias a una subvención estatal. No fue ya hasta pasado 1970 cuando se desarrolló el turismo en este enclave.
Asimismo, en el museo del oro pudimos comprobar cuáles son las zonas más prolíficas en diferentes países del mundo. Colombia, México, Italia, Escocia, Irlanda… ¿Sabías que la ‘pepita’ más grande fue encontrada en Australia? Más de 70 kilos que pesaba. Aquel 9 de febrero de 1869 pasó definitivamente a la historia. A su lado, la pepita más grande encontrada en Finlandia -río Lutto; 1935-, de 392,9 gramos, se queda en nada. Desde luego, si te interesa el tema, no te importará pagar la entrada.
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Después de todo esto, puedes ir al restaurante a recuperar fuerzas. Está delante del parking, así que no tiene pérdida. Yo opté por un chocolate caliente y un bollo, que después de todo esto me sentó de lujo. Por cierto, en la zona hay hasta alojamiento por si quieres quedarte unas cuantas noches. Si tienes fuerzas, puedes adentrarte en algunas de las rutas que hay por la naturaleza. A mí me hubiera gustado ir por un camino histórico con recuerdos de la Guerra de Laponia, pero supongo que no se puede tener todo.
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Para acabar, no puedo dejar de dar las gracias a Marko y Veera por darme la posibilidad de buscar oro fuera de temporada. ¡Trato exquisito! No dejes de visitar su web oficial para enterarte de todo lo que ofrecen, tanto en verano como en invierno.
Y tú, ¿ya has ido al pueblo del oro de Tankavaara? ¡Cuéntanos cómo ha sido tu sesión de bateo y cuánto material sacaste de la tierra!