El edificio del Parlamento de Finlandia no pasa desapercibido. Y eso que se encuentra en una zona a contracorriente. La gente que llega a Helsinki -hablo básicamente de los turistas- se dirigen al puerto. No siempre es consciente de que a pocos metros de la estación central está el centro neurálgico de la política finlandesa.
Desde hace décadas y décadas permanece como un elemento arquitectónico más de la capital. Poca gente queda ya que recuerde ese espacio antes de su construcción. Y, lo más importante: aquí es donde se toman las decisiones que mueven el país.
Este edificio de estilo clasicista data de principios del siglo XX. El Parlamento de Finlandia (o Eduskuntatalo; Eduskunta es Parlamento y talo, casa) se empezó a construir en 1926, dos años después de que la compañía arquitectónica de Borg-Sirén-Åberg ganara el correspondiente concurso, según la web de la cámara. Johan Sigfrid Sirén fue el principal encargado de erigirlo.
Este mamotreto rompía con la estética de la ciudad que había dominado en los últimos años. Hasta 1917, Finlandia era parte de Rusia. Esta circunstancia influyó fuertemente en la arquitectura. Los edificios rojos se alzaron en la capital, pero con la independencia esta tendencia empezó a truncarse.
Ya solo el color resulta diferenciador. El que le proporciona el granito -por cierto, la piedra nacional-, un tono grisáceo. No es que sea muy vivo, de acuerdo, pero precisamente de eso se encarga el césped que hay a sus pies.
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Las columnas del Parlamento finlandés
Luego está la altura. Da vértigo de pensar solo lo que se debe de ver desde arriba del todo. Helsinki no es una ciudad que crezca en vertical demasiado, y en ese sentido no desentona tanto, pues no sobresale en exceso. Pero luego mira las columnas. Bestias pardas. Un total de 14 que hacen sentirse pequeño a cualquiera que se ponga a su lado.
Después, es obligatorio hacer alguna mención a las estatuas de expresidentes que tiene a su alrededor. Un bonito homenaje a la gente que construyó el país, como Kaarlo Juho Ståhlberg. Y aún hallarás otras en sus inmediaciones.
Tal vez estéticamente no sea el mejor de Helsinki. De hecho, la imagen exterior, de un color muy apagado, no es de mi agrado. Pero bueno, podría ser peor. Mientras, por las fotos que he visto de su interior, parece que tiene un aspecto más moderno por las reformas. Sin embargo, y esto lo sabrás bien, esa primera impresión ya puede condicionar mucho tu opinión.
Eso sí, Eduskuntatalo no está hecho para ser bonito. Aquí es donde se decide el futuro del país. Y para eso sol hacen falta unas paredes, un techo y unas instalaciones que permitan a los políticos hacer su trabajo como toca. Ni más ni menos.
Por suerte, aún queda de camino a otros puntos turísticos relevantes. Como la iglesia de Temppeliaukio. Y está justo al lado del museo Kiasma o el nacional. Así que la próxima vez que vayas a uno de estos sitios, párate un minuto a contemplar esta obra.
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Por cierto, en 1908 ya intentaron edificar el Parlamento finlandés. Sin embargo, después de que Eliel Saarinen ganara el concurso y presentara su proyecto, al zar Nicolás II no le gustó demasiado. Así que todo se quedó en un cajón.
A ti, ¿qué es lo que más te atrae del edificio? Yo creo que lo tengo bastante claro… 😉